miércoles, 23 de febrero de 2011

¿DÓNDE ESTÁ DIOS? (Leyenda tibetana)


Hacía frío. Buscaron refugio. ¿Dónde estaba el sol?
Tras las nubes, viejo, añorado, triste, deseando volver a Dios.
¿Dónde estaba el sol? Hacía frío. Se querían mucho. Se ocultaron.
Ella lloraba, joven, alta, triste, enamorada. Él la consolaba, joven, alto, gallardo.
Ella añoraba a su madre. ¿Qué hará si nos ve?
Él, triste, recordaba a su padre. ¿Acaso no nos dejó marchar?
¿Dónde estaba el sol? El sol estaba esperando.
Dios le daría aquel mundo helado.
Dios había encendido el amor y la pasión en los dos hermanos.
Ella recordaba dos luces que compartían refugio.
¿Acaso no eran la suya y la de su hermano?
El sol estaba cansado. Deseaba morir.
Ella pensaba que de su vientre nacería alguien que nombrara lo no nombrado.
¿Dónde estaba el sol? En el deseo de los dos hermanos,
en un momento de pasión, en un refugio de un mundo helado.
¿No vio ella formarse a su amado? ¿No vio él la luz en el cuerpo de su amada?
¿No estaba aquella matriz iluminada?
Ella apenas recordaba el cuerpo desnudo de su hermano.
Él recordaba la sonrisa y la pureza de su hermana.
¿Dónde estaba Dios? Dios estaba esperando.
¿Dónde estaba el sol? Formándose en un vientre iluminado.
Ella soñaba con un varón que fuera tierno y bravo.
Él soñaba con una hembra tierna y bravía.
¿Dónde estaba el sol? Había muerto en lucha contra un ser maldito.
Pero el sol seguía iluminando. ¿Dónde estaba el sol?
Muy lejos del sol, en el lugar preciso. ¿Dónde estaba Dios?
Dios estaba soñando con un sol que iluminase el mundo.
Hacía frío. Nació de un vientre iluminado.
Él creyó ver a la hembra soñada. Ella creyó ver a un varón gallardo.
Aunque el hijo era los dos y ninguno. El deseo ardía en él, fue rechazado.
¿Dónde estaba el sol? Creciendo, aborrecido por todos y por Dios amado.
El sol soñaba con un hijo.
Dios puso en él el deseo, la ternura y la braveza de sus padres.
Luchó por ser y tuvo el hijo deseado. Era una imagen de Dios, piedra y piedad.
Luchó por ser, y fue. Con braveza venció al sol y fue sol.
¿Dónde está el sol? Nos sigue iluminando.
¿Dónde está Dios? Esperando.







martes, 22 de febrero de 2011

LA NOCHE DE LA ROSA


Alrededor de mí la noche crece.
Pasa el amor fugaz, la rosa llora,
y, mientras se deshoja hora tras hora,
más próxima la luna me parece.

En la queja mi llanto no se mece:
tengo en el pecho un fuego que devora;
tengo algunas virtudes (aunque ahora,
mi corazón, de nada se envanece).

Dejo en un manantial de primavera
reflejos de la noche de esta rosa;
dejo rastros de luz, última espera

de antiguas gestas. Y la fuente ansiosa
de la rosa de ayer será bandera
de un cielo azul donde la luz reposa.

VARIACIONES SOBRE LA PALABRA ENVEJECER

Quisiera ayudarte en tu vejez,
sin ser un estorbo,
sin que lo notaras.
Caminar del brazo por esta
ciudad malsana, sanar
tus oídos cansados, ser el consuelo
de los caminos que recuerdas
titubeando hacia el rumor
de los bosques soñados, hacia los campos
recordados de tu infancia.

Quisiera llevar el peso
de tu paso torpe, ahora que envejeces,
y no sé si mañana tendré
las lágrimas que vierto
por ti, ni sé si tendré tu beso
de cada noche, ni tu voz
que baja hasta punzarme el corazón
que ha crecido contigo,
que ha alentado contigo. Tener
tu corazón que el tiempo ha enlutado
y sentirlo latir siempre
en mi pecho cuando vuelva a los campos
de tu infancia.

Quisiera crecer tanto, sin que lo notaras,
para que cada árbol te trajera
el rumor de nuestros corazones que alientan,
ahora que envejeces, ahora
que cada árbol murmura
los nombres de los que no están, ahora
que cada uno es copa y raíz
como seremos tú y yo.


domingo, 6 de febrero de 2011

GRITO A LA CIENCIA



Ya llegan los verdugos con su muerte de cera.
Se acercan, resonando, y hacen temblar la tarde.
Son ellos quienes hablan con voces desabridas:
«el futuro no es vuestro; implorad por las calles».
¿En nombre de qué ciencia nos niegan el mañana?
¿Quién dirá las verdades del día que ya nace?
Todos los que aguardamos que nos salve un milagro,
las mujeres que acunan peluches y azabaches;
si un mal día soñamos con alcanzar la gloria,
si tocamos el cielo, ¿de qué somos culpables?
No, pero nos señalan dedos acusadores
que dicen: «vuestros cuerpos no deben perpetuarse».
Gritemos los confusos, desde el centro del alma:
«¡de la luz somos hijos; cuando la nuestra acabe,
vivirán otros cuerpos en lucha contra el Tiempo!
¡Queremos ver en ellos sangre de nuestra sangre!».





A FEDERICO GARCÍA LORCA




Tomé prestadas de tus consonantes
las que escupían a los putrefactos.
Dijiste con valor versos exactos
cuyo secreto saben los amantes.

Los poetas no somos comediantes:
tú tenías tus sueños casi intactos;
yo he tenido que establecer mis pactos
entre la fe y mis sueños delirantes.

Nada hay de oscuro en tus claros sonetos:
en el amor no caben tradiciones;
cualquier querer esconde sus secretos.

Yo quisiera tener mil corazones
para poder gritar a esos sujetos:
«¡Jamás entenderéis nuestras pasiones!».