lunes, 11 de abril de 2011

RES NO ÉS MESQUÍ (NADA ES MEZQUINO)



«Res no és mesquí, ni cap hora és isarda, ni és fosca la ventura de la nit, i la rosada és clara, que el sol surt i s’ullprèn, i té delit del bany, que s’emmiralla al llit de tota cosa feta, res no és mesquí, i tot ric com el vi i la galta colrada, i l’onada del mar sempre riu, primavera d’hivern, primavera d’estiu, i tot és primavera i tota fulla verda eternament, res no és mesquí, perquè els dies no passen, i no arriba la mort ni si l’heu demanada, i si l’heu demanada us dissimula un clot, perquè per tornar a néixer necessiteu morir, i no som mai un plor, sinó un somriure fi que es dispersa com grills de taronja, res no és mesquí, perquè la cançó canta en cada bri de cosa, avui, demà i ahir s’esfullarà una rosa, i a la verge més jove li vindrà llet al pit»[1].

«Nada es mezquino, y ninguna hora es escabrosa, ni es oscura la dicha de la noche, y el rocío es limpio, porque el sol al salir se hechiza, y desea el baño, porque se refleja en el lecho de todas las cosas, nada es mezquino, y todo es bueno como el vino y la mejilla morena, y la ola del mar siempre ríe, primavera de invierno, primavera de verano, y todo es primavera, y todas las hojas están verdes eternamente, nada es mezquino, porque los días no pasan, y no llega la muerte aunque la hayas pedido, y si la has pedido te disimula un hoyo, porque para volver a nacer debes morir, y nunca somos llanto, sino una sonrisa fina que se abre como los gajos de una naranja, nada es mezquino, porque la canción canta en cada brizna de cada cosa, hoy, mañana y ayer se deshojará una rosa, y a la virgen más joven se le llenarán los pechos de leche»[2].



[1] Op. Cit. “Res no és mesquí”, Joan Salvat-Papasseit, Poesies, Editorial Ariel, Barcelona, 1962, pàg. 53. 
[2] Op. Cit. “Res no és mesquí”, Joan Salvat-Papasseit.

domingo, 10 de abril de 2011

EL SONIDO DEL VIENTO


EL SONIDO DEL VIENTO[1]


            Es la hora de maitines.
            El viento barre los corredores de la abadía. Los cipreses susurran la brisa del misterio que encierra el lugar.
            En el centro del monasterio, plantado como una lanza que apunta al cielo, el ciprés más antiguo viste de esperanza todo el gris del claustro.
            Su copa, entre verde y azulada, casi mística, va adquiriendo tonos cada vez más metálicos, como si empezara a trasladarse desde un tiempo desconocido, ignoto, lejano en el pasado, hacia otro aún por llegar, todavía más distanciado en el futuro.
            Aterida, muerta de frío, una paloma se abriga en su ramaje, y el viento cesa. La paloma, tal vez con la esperanza de hallar la calidez que le falta, desaparece entre las ramas.
            El viejo ciprés deja de cimbrearse con el viento. La brisa se encalma. La paloma esconde su cabeza bajo el ala suave, blanca, y empieza a adormecerse.
            Es la hora de ángelus.
            El árbol milenario comienza a desperezarse y un resplandor níveo le cubre desde la raíz hasta la copa. De repente, desaparece en un bramido de luz.
            El recinto queda en silencio. Un monje ha contemplado la escena desde su celda como presintiendo el milagro.

            En un bosque acariciado por una brisa eterna, una paloma blanca vuela de copa en copa buscando el ramaje del ciprés perdido.

            Volando sobre el cielo de la abadía, las nubes contemplan el tronco deshojado y desnudo del árbol milenario. El monje jardinero ha salido de su celda y escucha, absorto y dichoso, el silencio.

            Miles de años distancian a la paloma del viejo claustro.

            Tal vez el milagro se ha producido.
            Es la hora de víspera.



[1] Después de haber leído el poema “El ciprés de Silos” del poeta Gerardo Diego. N. del A.

EL VIEJO





            Buscó una mano. Encendió la luz. Vio un retrato. Lloró un poco. Se levantó. Abrió el balcón. Recordó. Apagó la luz. Fue al baño. Se puso la dentadura. Se vistió. Subió al piso de arriba. Saludó y dio media vuelta. Bajó hasta su piso. Cogió el sombrero y el bastón. Bajó a la calle. Recordó un instante. Se emocionó. Paseó un rato. Saludó al lampista. Saludó al lechero. Entró en el bar. Pidió un café. Jugó al dominó con el tabernero, el zapatero y el carnicero. Ganó una partida. Sonrió. Pagó el café. Salió del bar. Saludó al cartero. Saludó al del quiosco. Compró el periódico. Recordó un momento. Se dirigió hacia su casa. Subió al piso de arriba. Llamó al timbre y le abrieron. Entró y escuchó voces agrias. Recordó. Bajó la vista. Le sirvieron la comida. Le pidieron el periódico. No se lo devolvieron. No protestó. Se despidió. Bajó hasta su piso. Se sentó en una butaca y durmió la siesta. Soñó. Se despertó. Miró la hora en su reloj de bolsillo. Miró un retrato. Se emocionó. Encendió el televisor. Vio una película antigua. Sonrió. Vio el telediario. Miró la hora. Recordó un instante. Preparó un café con leche. Mojó dos magdalenas. Tomó un yogur. Dejó la dentadura en un vaso con agua. Se desnudó. Besó un crucifijo. Lloró un poco. Se acostó. Apagó la luz. Soñó con campos fértiles. Nada alteró su sueño. Se despertó tarde. Buscó una mano.


sábado, 9 de abril de 2011

EL ANTIECÓLOGO




El Antiecólogo vive en una gran ciudad industrial polucionada. Encuentra delicioso el aire contaminado, y no podría vivir sin respirarlo.
El Antiecólogo se levanta tarde y, al asearse, deja correr y correr el agua sin ton ni son. Piensa: «¡aunque fuese el último litro de agua de la Tierra!, ¡a mí no me afectan las restricciones!».
Usa lacas y desodorantes en aerosol, con propelentes colmados de clorofluorurocarbonos. Así destruye un poco más cada día la capa de ozono.
Para ir al trabajo -trabaja en una armería-, no utiliza jamás los transportes públicos. Conduce su destartalado coche que va dejando tras de si una espesa capa de gases, producto de la combustión de una gasolina repleta de plomo. Piensa: «¡esto de la gasolina sin plomo es lo mismo que la comida "light", propio de seres blandengues!».
El Antiecólogo no tiene hijos; tiene sobrinos. Piensa: «¡con el peligro que existe actualmente!, ¡cualquiera se atreve a mantener relaciones ilícitas!».
Al Antiecólogo le gusta fumar -fuma como un carretero- en presencia de sus sobrinos de corta edad. Quiere que empiecen a acumular nicotina y alquitrán desde pequeños.
Si abriésemos el pecho del Antiecólogo, hallaríamos en su interior un corazón renegrido y pegajoso como el petróleo.


viernes, 8 de abril de 2011

NIT





Sóc humà; res del que sigui humà
m'és estrany. Res de mi m'estranya,
ni que sigui al racó més amagat
del meu pensament, sigui bo o dolent.

Si em capbusso en la meva nit,
trobo desig, aberracions, puresa,
grandesa d'esperit i petitesa,
i, ranquejant, arrossego la càrrega fins a odiar-la.

Triomfo i perdo, aixeco el cap i l'arronso,
provo d'amollar llast tot afrontant la vida,
acceptant el clarobscur de l'home.

«Humanus sum; humani nihil
a me alienum puto»[1].








 




[1] “Sóc humà; res del que sigui humà // m’estranya”, en llatí. N. de l’A.

Ya no fumo






            Quisiera referirme a un centro que ha conseguido que dejase el tabaco después de haber fumado durante treinta años. Me refiero al CAS de Horta-Guinardó, en Barcelona. El tratamiento para dejar de fumar consiste en una terapia de grupo, y consultas individuales con una enfermera, una psicóloga y un psiquiatra. Todos estos profesionales explican la adicción a la nicotina de una manera fácil de entender. También explican las graves consecuencias sobre el organismo que tiene la combustión del tabaco y la inhalación del humo, como el infarto cerebral o de miocardio, el enfisema pulmonar, o el cáncer de pulmón.
            El tratamiento es totalmente gratuito, y aunque en personas con trastorno mental es más difícil de lograr, existen unas pastillas que deben comprarse con receta médica, que permiten, añadiendo un poco de voluntad, dejar de fumar radicalmente. Las pastillas interfieren en el círculo vicioso que genera la nicotina, de forma que el tabaco deja de producir placer, y estar sin fumar ya no produce ansiedad.
            Yo soy socio de una asociación de personas con trastorno mental, la asociación Ressorgir. Agradezco a estas asociaciones y, también, a mi familia, el apoyo que he recibido por su parte para lograr dejar de fumar.




jueves, 7 de abril de 2011

MABÉLÉ



¡Anfarató-tabé-albalaté![i]

Ruge el león:
rasgaré,
traeré la piel del sol.

¡Anfarató-tabé-albalaté!

La leona ruge también:
abatiré,
alcanzaré al cazador;
traeré su piel.

¡Anfarató-tabé-albalaté!

Rugen los dos:
al irse el sol,
cazaremos su piel.

Mabélé[ii]: la leona.
Moonya[iii]: el león.




[i] Frase inventada que intenta imitar las voces del África negra. N. del A.
[ii] “Dos”, en suahili. N. del A.
[iii] “Uno”, en suahili. N. del A.