Yo tengo dos grandes ojos negros:
son míos, son limpios, y miran a lo lejos;
son como dos ríos fluyendo hacia el mar,
y quien se mira en ellos, sucumbe a su embrujo.
Son como yo, lloran como yo,
y, a veces, se hunden en quejas y sombras,
y, como yo, mis grandes ojos negros
lloran mi pena y mi pobre realidad.
Cuando se abren, el mundo les sonríe,
pero se hunden frente a la mentira:
la mentira les hiere y buscan en los rostros
una mirada limpia, un alma en que mirarse.
Si tengo esos dos dones,
es porque he crecido
a golpes de esperanza
y sendas recorridas.
Yo tengo, a veces, un humo
que brilla en mis pupilas
y hace asomar la bestia,
y yo no...
Yo tengo dos grandes ojos negros
y, a veces, negra el alma,
cuando el deseo aprieta
y asoma la bestia en mi mirada.
Yo tengo, a veces, deseos
que hacen brillar mis pupilas
y esos grandes ojos negros
pierden su plácida belleza.
Yo tengo esos grandes ojos negros
y, a veces, quisiera arrancármelos,
porque en ellos brilla la sed de placeres
y yo no he tenido una mujer que la apague.
Quizá ya sea tarde,
y, quizá, me los arranque,
pero hoy que todavía siento,
yo, con mis grandes ojos negros,
estoy llamando a tu puerta.