Blandes la espada,
bisectriz de tu equilibrio:
cero sobre cero.
O bien, símbolo fálico
que se pierde en la noche
de la niña que desea,
y es mutilada en tu nombre.
Y en su almohada
resuenan ecos de juegos
y risas,
y una voz desabrida
sentencia:
«Parirás con dolor».