Prestarse al juego sin controlarlo,
jugar aún sin conocer las reglas,
decir que sí, obedecer y obedecerte,
«perquè són vostres per sempre
el regne, el poder i la glòria»[1].
Dudar de un dios ajeno al sufrimiento,
dudar de un cielo en que no cabe Dios,
ver al sol condenado en el infierno,
y saber que sin él no hay posibilidad de vida.
Y, pese a todo, creer que vivir es necesario
y jugar el juego aún sin controlarlo.