Alrededor de mí la anilla se cierra.
El círculo se estrecha, la rosa llora,
y cada pétalo al caer marca la hora
de la próxima luz de luna blanca.
No puedo quejarme, porque nada me falta:
tengo la rosa de sangre que el pecho decora;
tengo las virtudes que tengo (no diré ahora
Guardo en un lago tranquilo de primavera
las prendas del amor que me ofreciste;
dejo rastros de sangre, última gesta
de muñecas esposadas y manos claras
que buscarán un sorbo de luz sincera
por medio de un pecado que dolerá a los padres.