jueves, 7 de julio de 2011

SIDA

Hace tiempo cayó una maldición
sobre el amor.
Primero fue una maldición
sobre los que huían de un mundo sin futuro,
sin calor, sin sentido, sin ternura,

y buscaban la esperanza, el sueño,

la bendita locura, y querían vivir deprisa, ser,
y luego eran tratados como ratas,
porque se habían inmolado,
porque habían desertado de un mundo que mentía.
Luego cayó sobre los que amaban al hombre
desde su condición de hombres,
dando la razón a los que odiaban,
a los que sermoneaban, a los ignorantes,
a los que habían convertido el amor en algo feo,
huyendo de los clásicos y de su pureza.
Luego la maldición se extendió
a cualquier forma de amor, incluso al beso,
que confiere a cada boca el don
de haber sido amada.
Y yo, un triste poeta sin amor,
¿qué puedo hacer más que manifestarlo?