ANTOLOGÍA
BÁSICA DE POESÍA DE LA DEMOCRACIA (FINALES DEL XX Y COMIENZOS DEL
XXI)
POESÍA
DE FINALES DEL XX (AÑOS 80-90):
1.1.
“POESÍA DE LA EXPERIENCIA” Y AFINES
LUIS
GARCÍA MONTERO
(Granada,
1958)
ME
PERSIGUEN LOS TELÉFONOS ROTOS
Me
persiguen
los
teléfonos rotos de Granada,
cuando
voy a buscarte
y
las calles enteras están comunicando.
Sumergido
en tu voz de caracola
me
gustaría el mar desde una boca
prendida
con la mía,
saber
que está tranquilo de distancia,
mientras
pasan, respiran,
se
repliegan
a
su instinto de ausencia
los
jardines.
En
ellos nada existe
desde
que te secuestran los veranos.
Sólo
yo los habito
por
descubrir el rostro
de
los enamorados que se besan,
con
mis ojos en paro,
mi
corazón sin tráfico,
el
insomnio que guardan las ciudades de agosto,
y
ambulancias secretas como pájaros.
Por
detergentes y lavavajillas,
por
libros ordenados y escobas en el suelo,
por
los cristales limpios, por la mesa
sin
papeles, libretas ni bolígrafos,
por
los sillones sin periódicos,
quien
se acerque a mi casa
puede
encontrar un día
completamente
viernes.
Como
yo me lo encuentro
cuando
salgo a la calle
y
está la catedral
tomada
por el mundo de los vivos
y
en el supermercado
junio
se hace botella de ginebra,
embutidos
y postre,
abanico
de luz en el quiosco
de
la floristería,
ciudad
que se desnuda completamente viernes.
Así
mi cuerpo
que
se hace memoria de tu cuerpo
y
te presiente
en
la inquietud de todo lo que toca,
en
el mando a distancia de la música,
en
el papel de la revista,
en
el hielo deshecho
igual
que se deshace una mañana
completamente
viernes.
Cuando
se abre la puerta de la calle,
la
nevera adivina lo que supo mi cuerpo
y
sugiere otros títulos para este poema:
completamente
tú,
mañana
de regreso,
el
buen amor,
la
buena compañía.
LIFE
VEST UNDER YOUR SEATS
Señores
pasajeros buenas tardes
y
Nueva York al fondo todavía,
delicadas
las torres de Manhattan
con
la luz sumergida de una muchacha triste,
buenas
tardes señores pasajeros,
mantendremos
en vuelo doce mil pies de altura,
altos
como su cuerpo en el pasillo
de
la Universidad, una pregunta,
podría
repetirme el título del libro,
cumpliendo
normas internacionales,
las
cuatro ventanillas de emergencia,
pero
habrá de cenar, tal vez alguna copa,
casi
vivir sin vinculo y sin límites,
modos
de ver la noche y estar en los cristales
del
alba, regresando,
y
muchas otras noches regresando
bajo
edificios de temblor acuático,
a
una velocidad de novecientos
kilómetros,
te dije
que
nunca resistí las despedidas,
al
aeropuerto no,
prefiero
tu recuerdo por mi casa,
apoyado
en el piano del Bar Andalucía,
bajo
el cielo violeta
de
los amaneceres en Manhattan
igual
que dos desnudos en penumbra,
con
Nueva York al fondo, todavía
al
aeropuerto no,
rogamos
hagan uso
del
cinturón, no fumen
hasta
que despeguemos,
cuiden
que estén derechos los respaldos,
me
tienes que llamar, de sus asientos.
FELIPE
BENÍTEZ REYES
(Cádiz
1960)
“Advertencia”
Si
alguna vez sufres -y lo harás-
por
alguien que te amó y que te abandona,
no
le guardes rencor ni le perdones:
deforma
su memoria el rencoroso
y
en amor el perdón es sólo una palabra
que
no se aviene nunca a un sentimiento.
Soporta
tu dolor en soledad,
porque
el merecimiento aun de la adversidad mayor
está
justificado si fuiste
desleal
a tu conciencia, no apostando
sólo
por el amor que te entregaba
su
esplendor inocente, sus intocados mundos.
Así
que cuando sufras -y lo harás-
por
alguien que te amó, procura siempre
acusarte
a ti mismo de su olvido
porque
fuiste cobarde o quizá fuiste ingrato.
Y
aprende que la vida tiene un precio
que
no puedes pagar continuamente.
Y
aprende dignidad en tu derrota,
agradeciendo
a quien te quiso
el
regalo fugaz de su hermosura.
“Las
malas compañías”
Los
amigos que tengo hacen vida de barra,
distraen
a las perdidas, salen sólo de noche.
Los
amigos que tengo maldicen a la vida
apoyados
en barras, meciendo copas frías,
perdidos
en la noche.
A
menudo, de noche,
mis
amigos dan fiestas y beben vino amargo,
pues
saben que la vida exige tales gestos
a
la guardia más joven que vela sus castillos,
su
leyenda dorada.
Los
amigos que tuve
acosaban
de noche a las niñas perdidas,
castigando
las barras de los bares siniestros,
castigando
las barras.
Los
amigos que tuve, si los tuve,
ya
no son mis amigos,
que
la noche es de nadie y luchamos por ella.
Mis
amigos van solos cuando sale la luna
y
nos vemos esquivos, y a veces nos hablamos.
Alardee
cada cual de sus heridas.
Los
amigos que tengo, si los tengo,
llevan
luz de la luna en sus ojos cansados.
Yo
tengo unos amigos que no sé si los tengo,
cometas
que van errantes, gente ociosa que esconde
un
corazón helado quemándole en el pecho.
LUIS
ALBERTO DE CUENCA
(Madrid,
1950)
El
desayuno
Me
gustas cuando dices tonterías,
cuando
metes la pata, cuando mientes,
cuando
te vas de compras con tu madre
y
llego tarde al cine por tu culpa.
Me
gustas más cuando es mi cumpleaños
y
me cubres de besos y de tartas,
o
cuando eres feliz y se te nota,
o
cuando eres genial con una frase
que
lo resume todo, o cuando ríes
(tu
risa es una ducha en el infierno),
o
cuando me perdonas un olvido.
Pero
aún me gustas más, tanto que casi
no
puedo resistir lo que me gustas,
cuando,
llena de vida, te despiertas
y
lo primero que haces es decirme:
«Tengo
un hambre feroz esta mañana.
Voy
a empezar contigo el desayuno».
“Collige,
Virgo, Rosas”*
Niña,
arranca las rosas, no esperes a mañana.
Córtalas
a destajo, desaforadamente,
sin
pararte a pensar si son malas o buenas.
Que
no quede ni una. Púlele los rosales
que
encuentres a tu paso y deja las espinas
para
tus compañeras de colegio. Disfruta
de
la luz y del oro mientras puedas, y rinde
tu
belleza a ese dios rechoncho y melancólico
que
va por los jardines instilando veneno.
Goza
labios y lengua, machácate de gusto
con
quien se deje y no permitas que el otoño
te
pille con la piel reseca y sin un hombre
(por
lo menos) comiéndote las hechuras del alma.
Y
que la negra muerte te quite lo bailado.
*Famoso
verso atribuido al poeta latino Ausonio: “Coge, muchacha, las
rosas”, sobre el tema del Carpe
diem.
Vive
la vida
Vive
la vida. Vívela en la calle
y
en el silencio de tu biblioteca.
Vívela
en los demás, que son las únicas
pistas
que tienes para conocerte.
Vive
la vida en esos barrios pobres
hechos
para la droga o el desahucio
y
en los grises palacios de los ricos.
Vive
la vida con sus alegrías
incomprensibles,
con sus decepciones
(casi
siempre excesivas), con su vértigo.
Vívela
en madrugadas infelices
o
en mañanas gloriosas, a caballo
por
ciudades en ruinas o por selvas
contaminadas
o por paraísos,
sin
mirar hacia atrás.
Vive
la vida.
ANA
ROSETTI (Cádiz, 1950)
"Where
is my man?"
Nunca
te tengo tanto como cuando te busco
sabiendo
de antemano que no puedo encontrarte.
Solo
entonces consiento estar enamorada.
Solo
entonces me pierdo en la esmaltada jungla
de
coches o tiovivos, cafés abarrotados,
lunas
de escaparates, laberintos de parques
o
de espejos, pues corro tras de todo
lo
que se te parece.
De
continuo te acecho.
El
alquitrán derrite su azabache,
es
la calle movible taracea
de
camisas y niquis, sus colores comparo
con
el azul celeste o el verde malaquita
que
por tu pecho yo desabrochaba.
Deliciosa
congoja si creo reconocerte
me
hace desfallecer: toda mi piel nombrándote,
toda
mi piel alerta, pendiente de mis ojos.
Indaga
mi pupila, todo atisbo comprueba,
todo
indicio que me conduzca a ti,
que
te introduzca al ámbito donde solo tu imagen
prevalece,
y te coincida y funda,
te
acerque, te inaugure y para siempre estés.
Chico
Wrangler*
Dulce
corazón mío de súbito asaltado.
Todo por adorar más de lo
permisible.
Todo porque un cigarro se asienta en una boca
y en
sus jugosas sedas se humedece.
Porque una camiseta incitante
señala,
de su pecho, el escudo durísimo,
y un vigoroso brazo
de la mínima manga sobresale.
Todo porque unas piernas, unas
perfectas piernas,
dentro del más ceñido pantalón, frente a mí
se separan.
Se separan.
(*
Wrangler: marca de pantalones tejanos)
KARMELO
G. IRIBARREN
(San
Sebastián 1959)
LA
CHICA DE LA MARQUESINA
Sale
de la marquesina y mira
hacia
la izquierda;
vuelve
y reinicia su pequeño
"claqueteo"
nervioso.
No
aguanta más, se muere, necesita
que
llegue el autobús; la vida, todo
lo
que ésta le tenga reservado.
Y
lo necesita ya, ahora, esta noche de sábado.
Mañana
es una entelequia, una ficción,
un
planeta a años luz.
Y
vuelve a salir y mira y se consume de deseo.
Es
terriblemente desgraciada un segundo
y
al siguiente -llega el autobús al fin- se ríe
y
parece que amanece en el mundo.
Y
yo la miro y pienso
que,
aunque solo fuera por eso,
por
esa fuerza, por sentir
lo
que ahora mismo está sintiendo ella,
merece
la pena vivir.
TORMENTA
DE VERANO
Están
cogidos de la mano
en
silencio,
bajo
los soportales.
El
niño mira su columpio,
muy
triste,
bajo
la lluvia,
y
no lo entiende.
El
padre mira al niño:
es
la vida, hijo
-quisiera
poder decirle-,
y
no ha hecho más que empezar.
LO
DIFÍCIL
Enamorarse
es fácil.
Uno
puede enamorarse
-sin
demasiado esfuerzo-
varias
veces al día,
a
nada
que
se lo proponga
y
se mueva un poco por ahí;
y
si es verano,
ni
te cuento.
Enamorarse
no tiene
mayor
mérito.
Lo
realmente difícil
-no
conozco
ningún
caso-
es
salir entero
de
una historia de amor.
AMALIA
BAUTISTA
(Madrid
1962)
“Luz
del mediodía”
Ni
tu nombre ni el mío son gran cosa,
solo
unas cuantas letras, un dibujo
si
los vemos escritos, un sonido
si
alguien pronuncia juntas esas letras.
Por
eso no comprendo muy bien lo que me pasa,
por
qué tiemblo o me asombro,
por
qué sonrío o me impaciento,
por
qué hago tonterías o me pongo tan triste
si
me salen al paso las letras de tu nombre.
Ni
siquiera es preciso que te nombren a ti,
siempre
nombran la luz del mediodía,
la
fruta, el paraíso
antes
de la expulsión.
“Cuéntamelo
otra vez”
Cuéntamelo
otra vez, es tan hermoso
que
no me canso nunca de escucharlo.
Repíteme
otra vez que la pareja
del
cuento fue feliz hasta la muerte,
que
ella no le fue infiel, que a él ni siquiera
se
le ocurrió engañarla. Y no te olvides
de
que, a pesar de los problemas,
se
seguían besando cada noche.
Cuéntamelo
mil veces, por favor:
es
la historia más bella que conozco.
El
puente
Si
me dicen que estás al otro lado
de un puente, por extraño que
parezca
que estés al otro lado y que me esperes,
yo cruzaré
ese puente.
Dime cuál es el puente que separa
tu vida de la
mía,
en qué hora negra, en qué ciudad lluviosa,
en qué
mundo sin luz está ese puente,
y yo lo cruzaré.
JOAQUÍN
SABINA
(Úbeda,
1949)
ALREDEDOR
NO HAY NADA
El
moño, las pestañas, las pupilas,
el
peroné, la tibia, las narices,
la
frente, los tobillos, las axilas,
el
menisco, la aorta, las varices.
La
garganta, los párpados, las cejas,
las
plantas de los pies, la comisura,
los
cabellos, el coxis, las orejas,
los
nervios, la matriz, la dentadura.
Las
encías, las nalgas, los tendones,
la
rabadilla, el vientre, las costillas,
los
húmeros, el pubis, los talones.
La
clavícula, el cráneo, la papada,
el
clítoris, el alma, las cosquillas,
esa
es mi patria, alrededor no hay nada.
PUNTOS
SUSPENSIVOS
Lo
peor del amor, cuando termina,
son
las habitaciones ventiladas,
el
solo de pijamas con sordina,
la
adrenalina en camas separadas.
Lo
malo del después son los despojos
que
embalsaman los pájaros del sueño,
los
teléfonos que hablan con los ojos,
el
sístole sin diástole ni dueño.
Lo
más ingrato es encalar la casa,
remendar
las virtudes veniales,
condenar
a galeras los archivos.
Lo
atroz de la pasión es cuando pasa,
cuando,
al punto final de los finales,
no
le siguen dos puntos suspensivos.
JUAN
VICENTE PIQUERAS (Valencia 1960)
YO
QUE TÚ
Yo
que tú me amaría, llamaría,
no perdería tiempo, me diría que
sí.
No dudaría más, escaparía.
Daría lo que tienes, lo que
tengo,
por tener lo que das, lo que me dieras.
Me soltaría el
pelo, lloraría
de gozo, cantaría descalza, bailaría,
le
pondría a febrero un sol de agosto,
moriría de gusto, no
pondría
ningún pero a este amor, inventaría
nombres y verbos
nuevos, temblaría
de miedo ante la duda de que fuese
sólo
un sueño, me iría
para siempre de ti, de allí, conmigo.
Yo
que tú me amaría.
Me diría que sí, me faltaría
tiempo para
correr hasta mis brazos,
o al menos, qué sé yo, respondería
a
mis mensajes, a mis tentativas
de saber qué es de ti, me
llamaría,
qué va a ser de nosotros, me daría
una
señal de vida, yo que tú.
Nombres
borrados
“La
mente no es un lápiz para tomar apuntes, es una goma de
borrar”.
Marko
Vesovič
Mi
padre fue perdiendo poco a poco el lenguaje.
Y
empezó por los nombres. Lo primero
que olvidó su cerebro no
fueron los adverbios
ni los pronombres ni los adjetivos,
como
uno estaría tentado de creer,
ni las motas de polvo de las
preposiciones,
sino los sustantivos.
La manzana dejó de
ser manzana,
el vaso pasó a ser eso,
y
quienes se acercaban dejaban de llamarse.
La muerte comenzó
su labor minuciosa
robándole los nombres,
borrándolos,
poniendo
en su lugar un esto o
un aquello,
un dame,
un balbuceo, un gesto de la mano.
Lo último que se pierde son
los verbos,
los verbos que se mueven en la sangre
como si
fuesen peces
hasta que acaba el mundo,
hasta que ya no puede el
cuerpo con su alma.
Los adjetivos son afectuosos,
visten
con sus pasiones lo que miran
y por eso perviven.
Pero los
nombres se esfuman.
Y la sustancia de los sustantivos
es agua
de borrajas, niebla, torres de humo.
La manzana deja de ser
manzana.
Yo dejo de llamarme.
La palabra dolor no
significa nada.
CARMEN
JODRA DAVÓ
(Madrid
1980-2019)
Cumpleaños
feliz
Ya
tengo dieciséis años.
Ya
soy más vieja que Británico,
Más
vieja que el dulce Domingo Savio,
Más
vieja que Antinoo cuando lo halló Adriano.
Ya
tengo dieciséis años.
Se
nos escapa el tiempo entre las manos,
Y
sigo virgen y no bebo vino
Ni
conozco las dos lenguas de Claudio.
Hoy
cumplo dieciséis años.
Me
pregunto si Dios sigue esperando.
El
horimento bajo el firmazonte
...............................
”La
farandolina en la lejantaña de la montanía
.................................El
horimento bajo el firmazonte…
.........................................................................((Vicente
HUIDOBRO
¡Democrad!
¡Libertacia! ¡Puebla el vivo!
¡No
dictaremos más admitidores!
Pro
lometemos, samas y deñores,
nuestro
satierno va a gobisfacerles.
Firmaremos
la gaz, no habrá más perra,
zaperán
juntos el queón y el lordero,
y
quieto promerer y lo promero,
vamos
a felicirles muy hacerles.
(Y
el horimento bajo el firmazonte,
o
el firmazonte bajo el horimento
-ye
ca no sé-, brillaba, grona y aro).
Que
se me raiga un cayo si les miento:
fumos
soertes, y, mo lás pimportante,
¡blasamos
hiempre claro!
RAQUEL
LANSEROS
(Jerez
de la Frontera, 1973)
LA
MUJER HERIDA
Solamente
si alguna vez amaste
con
uñas y con dientes
sin
red
sin
salvavidas
aciertes
a entender el vértigo insondable
que
se extiende a los pies del desengaño.
Ella
creyó encontrar la fuente del principio
cuando
lo conoció, en medio de la tierra,
sin
más escudo que su piel de hombre
bruñida
por el sol igual que el oro viejo.
Lo
amó sin precipicios ni preguntas
tiernamente,
en silencio
con
esa gratitud voluptuosa
que
provoca la lluvia en primavera.
Todo
era tan sencillo.
Los
versos inflamados de poetas infinitos
parecían
seguirla a todas partes
como
si el corazón se hubiera convertido
en
un fiel animal domesticado.
Porque
no existe nada que perdure
una
noche aprendió, como tantos lo hicieran
antes
y después de ella,
que
el amor es un río con cataratas propias
y
remansos ajenos
que
siempre desemboca en el océano.
Míralo
de este modo: la vida te ha enseñado
siguiendo
su costumbre de incansable maestra
cómo
el alma dibuja
serenas
cicatrices sobre viejas heridas.
ARITMÉTICA
Lo
que quiero que sea
lo
que es
lo
que pudo haber sido
lo
que nunca será
lo
que fue y lo que era
lo
que pudiera ser
lo
que querré algún día que haya sido
lo
que quise que fuera
lo
que a pesar de mí se obstina en ser
lo
que siempre soñé que fuese un día.
Las
cuentas son exactas:
yo
soy el resultado.
1.2.
“POESÍA PURA”
ANDRÉS
SÁNCHEZ ROBAYNA
(Las
Palmas de Gran Canaria, 1952)
Poema
II de El
libro tras la duna
Todo
comienzo es ilusorio.
Todo
comienzo es solo un enlazarse
del
principio y del fin en la cadena
del
tiempo, es el instante
en
que creímos ver el nacimiento
y
el nacimiento es sólo un acto
de
lo incesantemente renacido
—es
decir, estas líneas semejan un comienzo
pero
el comienzo surge a cada instante,
como
la lluvia que esta tarde
vi
caer sobre el mar
y
esta tarde es tan solo una tarde del tiempo que renace
en
un eterno recomienzo
y
la lluvia y la tarde se han hundido en el tiempo
en
el que ruedan siempre las nubes agolpadas
sobre
los mármoles celestes
y
la línea inicial es un comienzo
y
la línea final será un comienzo.
Poema
XXXII de Por
el gran mar
(2019)
Cuando
desaparezcan en el polvo
los
ojos que miraron entre lágrimas
una
vez y otra vez al ser amado,
cuando
ya nada quede de nosotros
sino
nuestros alientos desleídos
en
el diáfano mar del aire errante,
seremos
un hermoso centelleo
en
el mar matinal, las leves manchas
de
sol bajo los pinos poderosos
que
vieron a su lado ardor y anhelo.
Cuando
no exista sino la ceniza
como
memoria y condición del fuego,
otros
verán manchas y brillos
hasta
llegar al dulce amado centro.
Será
cuando la luz se haya extinguido,
cuando
se descompongan cuerpo y besos.
MADRID,
PARA UNA ELEGÍA*
Pasan
trenes en marzo atestados de lágrimas
palabras
o susurros bajo un cielo dormido,
mejillas
presurosas que de pronto se tornan
amasijo
de hierros en el alba.
Claridad
de la sangre. En el crepúsculo
se
juntaron los rostros silenciosos.
En
todos los paraguas del dolor repicaba
la
piedad de la lluvia.
*La
referencia es al atentado terrorista de los trenes de Atocha el 11 de
marzo de 2004
POESÍA
CONTEMPORÁNEA, SIGLO XXI:
ELVIRA
SASTRE
(Segovia,
1992)
Ruido
Si
te marchas
hazlo con ruido:
rompe las ventanas,
insulta a
mis recuerdos,
tira al suelo todos y cada uno
de
mis intentos
de alcanzarte,
convierte en grito a los
orgasmos,
golpea con rabia el calor
abandonado,
la calma fallecida, el amor
que no resiste,
destroza la
casa
que no volverá a ser hogar.
Hazlo
como quieras,
pero con ruido.
No
me dejes a solas con mi silencio.
Tengo
un plan
Como
el que lleva al mar a rastras en los ojos,
el
que camina hacia delante, acariciando espaldas,
o
el que besa párpados para soñar más tranquilo,
te
llevo en mí como en un accidente, hecho llanura,
como
una caricia que termina en poemas mientras tú duermes,
como
tiene el perdón grabado en el pecho el más culpable.
Te
lo voy a decir de otra manera,
cuando
te miro veo:
pájaros,
seres inimaginables,
ojos
que traspasan,
padres
engullendo a sus hijos,
relojes
deshaciéndose en el segundo que condense un instante,
peces
devorando tigres, muchachas mirando por la ventana,
un
beso en la mejilla de una enamorada arrodillada,
mujeres
desnudas de piel azul,
la
guerra imaginada y deshecha en un lienzo,
en
resumen defines mis intenciones con la poesía,
quiero
conjugar contigo todo los verbos que acaben en arte.
Quiero
hacer contigo todo lo que la poesía aún no ha escrito
Cualquiera
diría al verte
que los catastrofistas fallaron:
no era el fin
del mundo lo que venía,
eras tú.
Te
veo venir por el pasillo
como quien camina dos centímetros por
encima del aire
pensando que nadie le ve.
Entras en mi casa
-en
mi vida-
con las cartas y el ombligo boca arriba,
con los
brazos abiertos
como si esta noche
me ofrecieras barra libre de
poesía en tu pecho,
con las manos tan llenas de tanto
que me
haces sentir que es el mundo el que me toca
y no la chica más
guapa del barrio.
Te
sientas
y lo primero que haces es avisarme:
No llevo ropa
interior
pero a mi piel le viste una armadura.
Te miro
y te
contesto:
Me gustan tanto los hoy
como miedo me dan los mañana.
Y
yo sonrío
y te beso la espalda
y te empaño los párpados
y
tu escudo termina donde terminan las protecciones:
arrugado en el
cubo de la basura.
Y tú sonríes
y descubres el hormigueo de
mi espalda
y me dices que una vida sin valentía
es un infinito
camino de vuelta,
y mi miedo se quita las bragas
y se lanza a
bailar con todos los semáforos en rojo.
Beso
uno
a uno
todos los segundos que te quedas en mi cama
para tener al
reloj de nuestra parte;
hacemos de las despedidas
media vuelta
al mundo
para que aunque tardemos
queramos volver;
entras y
sales siendo cualquiera
pero por dentro eres la única;
te
gusta mi libertad
y a mí me gusta sentirme libre a tu lado;
me
gusta tu verdad
y a ti te gusta volverte cierta a mi lado.
Tienes
el pelo más bonito del mundo
para colgarme de él hasta el
invierno que viene;
gastas unos ojos que hablan mejor que tu
boca
y una boca que me mira mejor que tus ojos;
guardas un
despertar que alumbra las paredes
antes que la propia luz del
sol;
posees una risa capaz de rescatar al país
y la mirada de
los que saben soñar con los ojos abiertos.
Y
de repente pasa,
sin esperarlo ha pasado.
No te has ido y ya te
echo de menos,
te acabo de besar
y mi saliva se multiplica
queriendo más,
cruzas la puerta
y ya me relamo los dedos para
guardarte,
paseo por Madrid
y te quiero conmigo en cada
esquina.
Si
la palabra es acción
entonces ven a contarme el amor,
que
quiero hacer contigo
todo lo que la poesía aún no ha escrito.
MARWAN
[ Abu-Tahoun Recio] (Madrid
1979)
Ahora
aquel niño es este hombre
Nací
el 1 de enero del verano,
en la primavera de los dientes del
invierno,
cuando el otoño guardaba su ropa.
Nací apartando la
tristeza con la mano
pero no me llegaba con la fuerza
así que
se quedó a mi lado hasta los 20.
Cuando eres niño la vida es
un acontecimiento.
Cuando eres niño y no te quieres
el mundo
se vuelve pared
y la vida un pedazo calcado del invierno.
Era
un inválido emocional,
os juro que lo era.
La soledad me
apuntaba con sus cañones
y no encontraba consuelo en nada
pero
corría por si acaso hacia los brazos
de mi madre.
Ahora
he crecido
y el niño que fui aún sigue presente
en cada una
de las arrugas de mi rostro,
asoma la cabeza cuando sonrío
y
se asombra cada vez que una persona
realiza un acto bello.
Sé
que ese niño sufrió,
que he curado muchas de sus heridas
y
que ese niño no debería volver
porque el adulto es más
feliz
menos frágil.
Pero algunas tardes lo echo de menos
y
entonces me gustaría hablarle
y decirle que me perdone
por no
haberle querido algunas veces
y no haberle podido rescatar de
aquella infancia
de pies planos
y calles opuestas.
Ahora
aquel niño es este hombre.
Cuando hables conmigo,
si puede
ser, míralo con ternura
que ya no está pero por algún lugar
aún
sigue triste
y le vendría bien todo la calidez
que a aquellos
días les faltaba.
La
palabra “María”
Yo
sé que María bien podría parecer un conjunto de cinco letras que
se dan la mano, un nombre propio muy común. Nada de eso. Es una
palabra que encierra quinientas noches ajenas al insomnio, una
palabra que tiene un cuerpo muy frágil y perfecto como las alas que
le salen a los niños.
Detrás
de la palabra María se encuentra la boca que borra todas las
cicatrices, la cara que atiende directamente las instrucciones que le
da el verano. Es una palabra que castiga a la melancolía, que las
saca al primer beso de mis cuadernos y que anula otras palabras como
decepción, condena, sed, ausencia, venganza. Las borra todas cuando
acerca su boca hasta mi sexo y asciende preguntando si me gustó.
Es
palabra suele pasar las vacaciones conmigo, me dio la mano por París,
voló a mi lado en las Galápagos, me besó sobre las baldosas de
Dubrovnik.
La
palabra María vive en la misma dirección que yo, duerme cada noche
en mi cama y no veas el hambre feroz que trae al desayuno cada
mañana. Es una palabra con sueños incompletos, que cocina conmigo y
vuelve maldiciendo el trabajo cuando el gobierno anuncia nuevos
recortes en sanidad, porque es una palabra experta en pediatría, una
palabra que cuida de los niños.
La palabra María mide casi uno
setenta, tiene el pelo negro, la boca roja y los pies mirando hacia
los treinta. Es una palabra que odia a los políticos, que disfruta
cuando estás feliz, que te coge de la mano cuando conduces y te dice
ya verás, ya verás cómo todo va a ir bien.
La
palabra María es el verso definitivo que persiguen los poetas porque
lo tiene todo, porque siempre es verdad, porque enciende las
habitaciones donde llora mi niñez y la coge en brazos hasta
calmarla.
Esa
palabra es mi cable a la tierra y, aunque realmente no le guste que
la llamen así, así se llama mi amor.
Se
están hundiendo
Un
niño español mira al Mediterráneo, fascinado,
con
un entusiasmo que no sabe articular,
como
el adulto ante la alucinación que produce un gran poema.
En
ese mismo mar,
en
un punto inalcanzable al ojo humano
una
embarcación naufraga sobre la estrofa en silencio del agua.
El
mar engulle, callado
como
un inmenso animal sin alma,
como
una esponja eterna que absorbe el afuera,
la
vida, la pobreza, los últimos espasmos de esperanza.
Se
están hundiendo.
Han
vivido 3, 14, 30, 42 años.
Se
están hundiendo.
La
vida lo retransmite en directo para todo el planeta.
Se
hunden
y
tú no.
Tú
todavía puedes gastar,
ver
un película,
ocuparte
de vivir,
dar
al like,
todo
eso que has hecho importante en tus días.
Un
niño italiano, un niño croata, un niño de Malta,
miran
al Mediterráneo
con
ojos diferentes a un niño saharaui, a un niño ghanés,
a
un niño implacablemente pobre.
Se
están hundiendo.
Ulises,
los cuerpos, la vida embarazada.
Ahora
mismo en el Mediterráneo
48
personas se están hundiendo,
al
son de las teclas que dan forma al poema
en
este barrio de Madrid donde no se ahogan niños,
donde
no falta comida, en esta orilla segura.
Yo
no estoy salvando vidas, estoy escribiendo un poema.
El
mar va sometiendo a los cuerpos,
lo
hace sin agresión, calla y engulle,
lo
hace como quien espera a que sean ellos quienes abandonen.
Los
cuerpos luchan sin avanzar
como
quien da brazadas en el aire.
Ni
un borde,
ni
una tabla,
ni
una repisa donde clavar las uñas y el alma,
donde
salvar a África.
Se
están hundiendo en directo.
Ahora,
mientras
una joven lee este poema.
El
destino nunca cambia de dirección para algunos seres humanos,
su
muerte durará quince segundos en las noticias.
Las
últimas bocanadas,
el
braceo inútil contra el destino,
la
calma del mar dejando que luchen solos.
Se
hunden,
lentamente,
con una liturgia exacta, sin violencia,
sobre
una extraña música escrita en una partitura sin notas,
se
hunden,
en
el último aliento
y
ya no salen con vida de esas aguas;
el
Mediterráneo es un útero
que
solo devuelve personas muertas.
Al
otro lado un niño español mira por primera vez el mar,
no
logra entender, es demasiado grande.
Por
su cara rueda una lágrima de emoción,
no
sabe si de belleza
o
por una súbita tristeza
que
lo inunda inexplicablemente.
Ben
Clark (Ibiza, 1984)
HOY
es domingo en casi todo el mundo.
Hoy
es domingo en casi todo el mundo
pero
aquí, sin embargo, muere el miércoles,
porque aquí la semana
está borracha.
Y en su ebriedad, a veces, se le ocurren
cosas
estrafalarias, por ejemplo
supo que me dejaste un jueves frío,
un
día sin anécdotas –aparte
de que tú me dejaras –.
Y
desde entonces siempre que se aburre
–y se aburre a menudo –
se
entretiene conmigo transformando
cualquier mañana en miércoles,
cualquier
radiante día nuevo en aquel día
en que sentí que
el viento me miraba
un poco compasivo, cuando vi
–o eso me
pareció – un gesto tuyo
en aquella mujer del restaurante,
la
que no estaba sola.
Aquel miércoles
tan largo y tan espeso que
avanzaba
hacia el último jueves de mi vida.
Yo creo
que el amor debe existir
YO
creo que el amor debe existir.
También
creo que algún día el amor
recoge
en un petate cuatro cosas
y
se va -pero no por donde vino-.
Es
triste.
Pero
no es lo más triste.
Es
mucho más terrible que no expliquen
ni
en las aulas ni en libro alguno que
el
amor, de existir, tiene los pies
ligeros
como el aire y no se ve
-lo
mismo que la brisa es invisible-
y
lo triste consiste en que se marcha
dejándonos
inmóviles, los párpados
como
embalses resecos de un agosto
juzgado
equivocadamente abril.
Azul
de metileno
Si
has nacido en el mar sabrás que no es azul.
Sabrás que el mar
refleja el cielo y todos
tus dibujos del mar están mal
hechos.
Si has crecido en el mar sabrás que el sexo
en la
playa es incómodo y que todas
las películas mienten de algún
modo.
Si llevaste a tus hijos a la orilla
sabrás que el
mar da miedo
y que en verdad es negro y es profundo.
Y si
viejo has mirado el mar, el mar
azul de metileno,
sabrás de
los desahucios de la mente.
Azul. Azul profundo.
Reflejo
del reflejo de un recuerdo.
Inmunizados
(Poemas
para combatir el coranavirus , marzo 2020)
“Alguien
la vio pasar
por
los suburbios de París”
(Ángel
González)
Se
habla de la pandemia últimamente,
las
calles se vacían
y
las farmacias cuelgan en las puertas
carteles
donde anuncian
que
ya no hay mascarillas.
Puede
que el fin del mundo llegue pronto.
Algunos
de nosotros, mientras tanto,
seguimos
recorriendo las aceras
sin
prestar atención a las noticias.
Sabemos
que no pueden contagiarnos.
Sabemos
que hace tiempo
que
ha mutado la cepa de ese amor
que
casi nos fulmina,
amor
cuyo recuerdo
me
inmuniza el aliento
y
no hay ya nada nuevo
que
pueda hacerme daño.