Alquila su presencia en las casas donde hay visitas.
Espera de pie en el recibidor y, a veces, ayuda a servir las bebidas a la señora de la casa. Jamás dice una palabra.
Cuando las amigas se van, se encarga de abrazarlas a modo de despedida; así evita molestias a la anfitriona.
Ayuda a las señoras a ponerse los abrigos y siempre tiene una sonrisa en los labios. Cuando todas se han marchado, la señora de la casa le da una buena propina; entonces sonríe, coge las monedas y busca otro piso donde haya una celebración para volver a alquilarse.
Con esto se conforma.
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