La vendedora de crepúsculos trabaja en las costas occidentales.
Cuando advierte que alguien está contemplado cómo se pone el sol, le interpela y le recuerda que esa puesta es suya, que ella estaba antes y la vio primero. El interpelado deberá pagar más o menos dinero en metálico, dependiendo de la altura en que esté el sol sobre el mar.
Es conocida en las playas atlánticas europeas, y aún no ha renunciado a desplazarse hasta las costas del Pacífico, aunque ya es muy vieja para el viaje. Pero sabe que podrá obtener una buena remuneración al vender su propio crepúsculo.
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